SIGÜENZA, ÚLTIMA PARADA
La estación de ferrocarril de Sigüenza es un espacio único, mágico e inspirador, impregnado del romanticismo de la literatura de viajes y aventuras de nuestra niñez, en el que el tiempo parece haberse detenido. Sin forzar en exceso nuestra imaginación podemos viajar fácilmente a otra época y compartir en su cantina un café o una infusión con Federico García Lorca, Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós o Miguel de Unamuno, entre otros muchísimos ilustres visitantes de la ciudad.
Ubicada al noroeste de la ciudad, junto al río Henares y la carretera de Atienza, nos recibe mayestática y coqueta como punto y final de la espléndida Avenida de Alfonso VI que nace en el casco histórico y se recoge a sus pies como una ciclópea alfombra persa. Los hombres y mujeres de ciencias la sitúan en el punto kilométrico 139,7 de la línea férrea de ancho ibérico que ha unido tradicionalmente Madrid con Barcelona a 986 metros de altitud entre las estaciones de Baides y Torralba. El tramo es de doble vía, está electrificado y no solo es interesante el edificio de la estación sino todo el conjunto que la rodea, incluido un clásico paso a nivel con barreras.
La estación fue inaugurada el 2 de julio de 1862 con la apertura del tramo Jadraque-Medinaceli de la línea férrea Madrid–Zaragoza por parte de la mítica Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante o M.Z.A. El edificio inicial estaba formado por un cuerpo central y dos alas de una altura llegando a alcanzar los 28 x 9,70 metros. En 1922 se añadieron unos muelles y cobertizos.
Lamentablemente, durante la guerra civil corrió la misma suerte que la catedral, el castillo y prácticamente todos los edificios estratégicos de la ciudad, fue bombardeada y devastada por los proyectiles de aviación y las granadas de artillería de los ejércitos de ambos bandos. Hay documentos que constatan que antes y durante la Batalla de Sigüenza llegaba hasta ella, procedente de Guadalajara, un tren blindado con armas y suministros en apoyo de las tropas gubernamentales.
Los planos de la nueva estación se presentan en 1938 y se inicia su reconstrucción con el diseño que hoy en día podemos apreciar, inspirado en la arquitectura del siglo XVIII que sigue la corriente tradicionalista de la posguerra. El edificio es una obra heterodoxa de dos pisos, dotada de gran riqueza ornamental, la cual se ve potenciada por el bicromatismo usado en las paredes. En una de las esquinas del mismo, del lado de los andenes, se encuentra una torre de planta cuadrada de tres pisos, ligeramente más elevada que el conjunto y que contiene los enclavamientos. En 1941, la nacionalización del ferrocarril en España supuso la integración de la compañía en la recién creada RENFE (Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles).
Relegada a un mínimo empleo debido a la pandemia, alejada del bullicio del casco histórico y olvidada por las rutas e itinerarios turísticos, la vieja estación nos recibe en silencio con aromas de aceites y traviesas de madera vieja, envuelta en un halo de soledad y con el alma que el abandono y la memoria otorga y que tanto enriquece a estos bellos edificios. Un lugar muy recomendable para aquellos viajeros que busquen experiencias y sensaciones diferentes y originales.
Para obtener una información más detallada de las actividades culturales y de turismo histórico que te ofrece la comarca del alto Tajuña puedes contactar con la Srta. Mayte García Vilches, llamando al teléfono 608 72 05 18.