PARAISO ESCONDIDO
Distancia: entre 8,6 km y 15,5 km (ida y vuelta)
Duración: entre 2 h. y 3:45 h. (andando)
Dificultad: media
Se sale del hotel por la calle principal, la Calle Real, hacia la carretera por la que hemos llegado a Abánades. Cuando llegamos a La Picota, plaza donde está el bar y que está atravesada por la carretera, tomamos esta última en dirección a la A2. Bajamos hacia el Puente Grande y, nada más cruzar el mismo, cogemos el camino que sale a nuestra izquierda y baja hacia el río.
Este camino nos lleva en paralelo al Río Tajuña, pasando bajo un arco sobre el que discurre un canal de riego hasta un lugar en el que el camino gira 90º a la derecha hacia arriba y luego vuelve a hacerlo otros 90º hacia la izquierda para continuar la dirección del río. Un poco más adelante, veremos que salimos a otro camino que también lleva el sentido del río y que nos va a acercar a una finca grande, que en un futuro será un establo de caballos y alojamiento rural tipo Casas de Labranza. El camino bordea la finca por la parte de arriba de su valla de piedra y, llegando al final de la misma, donde hay un “fondo de saco” del camino, tras subir un pequeño escalón, pasa a ser una senda.
A unos 200 m se acaba la valla. Enseguida veremos el cauce de un barranco, El Sargal, que en algunas épocas del año, normalmente a finales de invierno o comienzos de primavera, nos puede impedir continuar porque baja con abundante caudal de agua. Lo atravesamos por un par de bajadas que hay, y más bien hacia la izquierda, hacia el río, comienza una senda que se adentra en el monte (pero sin dejar de ver el río). Estamos en la zona más bonita del recorrido. Aquí será fácil encontrar en temporada, diversas clases de setas y hongos (la mayoría no comestibles). Igualmente podremos ver algún animal que baja al río a beber. Estamos en terreno de corzos, venados y jabalíes.
Serpenteando por la senda, dejaremos a nuestra derecha unas ruinas de construcciones de pastores situadas justo debajo de una gran roca manchada de negro por las fogatas, que en tiempos se hicieron debajo. Pronto empezaremos a oír el relajante murmullo del agua que salta la presa y que, mediante un canal que también veremos, suministraba agua a las piletas donde se criaban las truchas. Lo dejamos atrás y llegaremos a una bajada en zigzag entre unas rocas que nos adentra en un pequeño “túnel vegetal”. Al salir, pasamos justo al lado del antiguo canal y empezamos a ver las piletas abandonadas: ya estamos en el Antiguo Truchero.
Al pasar entre dos rocas, tomamos la senda de la derecha que pasa por debajo de unas colmenas abandonadas y nos lleva a la entrada de la casa de los guardeses, también abandonada. Podemos avanzar por el camino que allí comienza, ahora ya más ancho, que nos lleva a una arboleda de chopos y un puente que representa el final de esta ruta y el punto de referencia de otras. Una de ellas es la que lleva al Molino de la Julia, al que llegaremos continuando el camino ancho, sin cruzar el puente, y desviándonos del mismo a unos 600 m cogiendo el camino de la izquierda que sigue el curso del río.
Poco a poco vamos descendiendo hasta situarnos casi al nivel del río. La zona es de gran belleza y en ella podemos ver nutrias, garzas o patos con cierta facilidad. Pasada la zona más angosta, el valle se abre un poco y veremos un camino que baja por nuestra derecha, que nos llevará, pasando al lado de unas grandes rocas al citado molino, en cuya huerta, situada frente al mismo, deben observar una impresionante noguera seca que, por sus formas, seguro refiere alguna leyenda de la zona (prometemos investigarla).
El camino de regreso se hace exactamente por el mismo recorrido que el de ida.